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martes, 10 de enero de 2012

Escapando de la realidad

¿Cómo he llegado a esto? Yo era lo que antaño se decía un hombre de provecho, tenía un buen trabajo, amigos, una familia maravillosa y miraba a la vida con una sonrisa perenne en mis labios. Me gustaba leer, de hecho devoraba varios libros a la vez y era capaz de seguir las distintas tramas, disfrutando tanto del libro nuevo como de las viejas aventuras ya visitadas pero en las que siempre encontraba un detalle nuevo que me llenaba de emoción. Hacía deporte, sin ser un atleta pero encontrando satisfacción en el esfuerzo, el sudor, esa pequeña y deliciosa agonía del dolor causado por el esfuerzo en el límite de mis posibilidades.

Me gustaba escribir, nunca fui un Vargas Llosa, entiéndanme, pero no se me daba mal eso de juntar palabras para expresar una idea, mis amigos me animaban a escribir esos pequeños relatos que les emocionaban o hacían reflexionar sobre una idea en concreto. Era capaz de emocionarme ante la belleza del arte en todas sus manifestaciones, de vez en cuando visitaba un museo y siempre me admiraba del genio humano capaz de idear y construir esas maravillosas edificaciones que pueblan nuestra geografía. La majestuosidad de la naturaleza, fueran atardeceres en llamas, cielos encapotados o un simple árbol vigilando solitario una dehesa llegaba a dejarme sin respiración, como cuando de joven coronaba una montaña y a mi alrededor sólo había vacío, y mirando abajo descubría una nueva forma de ver las cosas.

¿Perdí mi trabajo? quizá fue eso, una de esas malditas crisis periódicas se cebó conmigo, no supe remontar el vuelo, los meses pasaban y los ahorros se escapaban como arena entre las manos... quizá por eso perdí la paciencia y el humor, las discusiones fueron ganando terreno al amor y perdí mi familia, sin posibilidad de pagar un sitio donde vivir, sin poder pagar una pensión, sin poder ver a los niños... quizá por eso perdí los amigos, que no entendían cómo no pagaba la pensión y que al verme por la calle, la ropa sucia, el pelo desgreñado, la mirada perdida buscando una cara amiga, daban media vuelta o cruzaban a la otra acera, prefiriendo el riesgo de sufrir un atropello a pasar la vergüenza de escuchar mis desventuras y, probablemente, negarme esa ayuda que les podría pedir para comer caliente por un día. Quizá fue eso lo que me metió en una espiral destructiva, en la que sólo el vino barato que podía permitirme con las escasas monedas limosneadas me permitía evadirme de la realidad y sólo el calor del sol en mi espalda mientras dormía la mona me quitaba el frío de los huesos...

¿O perdí primero mi familia? Quizá fue eso, quizá por eso dejé de prestar atención a mi trabajo, los clientes empezaron a quejarse, los compañeros se hartaron de cubrirme y los jefes decidieron prescindir de mis servicios en mitad de la crisis, no supe ni pude remontar el vuelo, los meses pasaban y los ahorros volaban...

No lo se, quizá fue solamente que un día paré en seco, miré alrededor y vi una realidad cruda, salvaje, cebada con los débiles y al servicio de los poderosos, quizá me asusté y esa noche me tomé una copa para relajarme, otra copa para olvidar, otra para ver si conseguía dormir... quizá ese afán de escapar de la realidad fue la que me dejó aquí postrado, siendo alguien tan distinto a mí que rehuyo los escaparates para no enfrentarme a ese desconocido que se me enfrenta, malhumorado, con ojos extraviados, recordándome que la realidad puede ser más dura que cualquier pesadilla.

Dedicado especialmente a todos los que están sufriendo cualquier dificultad, en realidad a todos vosotros, con el deseo de que todos seamos capaces de encontrar la fortaleza de espíritu necesaria para aguantar el tirón. Pinchando en la foto la podéis ver un poquito más grande.

1 comentario:

  1. Una entrada magistral, Manolo.

    Conozco alguna de estas historias y son escalofriantes. ¿Qué puede llevar a un hombre o mujer de bien a caer en el más profundo de los abismos.

    Sabes que, cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana.

    Deberían existir formas de recuperar a estas personas, algunas de ellas muy válidas.

    Como te digo, conozco algún caso sangrante incluso de muy alto directivo de una gran empresa.

    Es una pena al grado de inhumanidad al que hemos llegado.

    Un gran abrazo.

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