Lo mejor de este blog...

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Historias de El Retiro (VII - Tanagustito)




Estamos aquí... Tanagustito... joer ya quisisera Ortega Cano...
Hace calor. Mucho. Pero en realidad, no se está nada mal aquí, tan agustitoen El Retiro, peazo parque, al lado de este peazo monumento, peazo leones, ahí querría ver yo al Angel Cristo ese, derrengao en estas peazo escaleras, tomando el sol, el airecillo, mirando al mar, bueno al lago, las chavalas en las barquitas, ji-ji, ja-ja, ¿tienes fuego? ¿te vale con el de mi mirada, que estáis muy lejos pa llevaros el mechero? jaja qué chispa, ¿te das una vuelta con nosotras? otra vez será, que ahora tengo cogida la postura... qué jodías, lo que quieren es que me ponga a remar, ahora questoy tanagustito...
Ahí me las den todas...


Sólo me falta la cervecita fria, la verdad es que podría ir al kiosko y pillar una, mmmm qué rica, una birrita... ¿dónde está el kiosko? joer, al otro lao del lago, qué pereza... ahora que tengo cogida la postura... mejor me quedo aquí otro rato y espero a que se vaya el pesao este de la cámara, que me tiene frito, igual piensa que no me he dado cuenta de que no está sacando el caballo... le diría algo, pero me da una pereza, con lo agustito que estoy yo aquí... mírale con los pantalones largos, la camisa, la mochila esa enorme que lleva, que no deja de sacar cosas para la cámara, mírale como suda, con lo agustito que estoy yo aquí desparramao...

Claro que igual él también está tanagustito, ahora que no está currando y haciendo algo que parece que le gusta... si es que 'tié k'aber gente pa tó'.... pues salud colega, a disfrutar.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Historias de El Retiro (VI - Limón granizado)

Todo un día de verano juntos, sin saber muy bien qué hacer... hablando, paseando, recorrimos El Retiro durante horas, intercambiando confidencias; esto sí, esto no, aquello quién sabe...De vez encuando, accidentalmente, un roce de nuestros hombros, o mejor todavía de la piel desnuda de nuestros brazos que me produce una descarga eléctrica y me pone muy, muy nervioso...
En algún momento insinué la mano por su espalda, no demasiado alto para no forzar un acercamiento, no demasiado bajo para que no piense que quiero ir demasiado rápido... mi padre a eso lo llama "marear la perdiz", aunque no termino de ver claro a qué se refiere, qué tendrán que ver las perdices con todo esto... el caso es que no he notado respuesta por su parte...

De repente ella tomó la iniciativa y me dijo "Tengo mucho calor, ¿te apetece un limón granizado?" apenas conseguí balbucear una respuesta cuando ella, suspirando, me agarró la mano y, tirando de mí, "anda, vamos" nos dirigió hacia el kiosko. Menos mal que me dejó pagar, al menos no dejo de tener la impresión de que mantengo algo de iniciativa...

Pero es sólo una impresión, me vuelve a agarrar de la mano libre y me lleva al monumento que hay al lado del estanque, busca el lado de la sombra y me "descubre" por casualidad este rinconcito donde nos  acomodamos, entrecruzamos las piernas, bendito limón granizado que me ha dado más en un minuto de lo que yo he conseguidoen toda la mañana...

Me mira a los ojos y me pregunta "¿qué piensas?" por supuesto, no se qué decir, me aturullo, realmente no puedo decirle lo que pienso, me llamaría guarro y saldría corriendo, y seguro que encima me sacude un bofetón... ella me mira, sonrie, "¿se está bien aquí, verdad?" cambia de postura y se acerca más, con el vaso frio del limón granizado sobre mi muslo y el calor de su brazo desnudo sobre mi rodilla, me voy a volver loco.

Está decidido, en cuanto se acabe el limón pasaré al ataque, de hoy no pasa, aquí, ahora, o cae ella o me caigo yo con todo el equipo, pero no puedo seguir así, me va a dejar por aburrido... o por cobarde... me mira, sonrie y pega un sorbo largo al limón; miro el vaso y descubro que no ha bajado el nivel, me está engañando, ¿o quizá me está dando tiempo a decidirme? Si ya estoy decidido... y ella ha dejado de mirarme, ahora sólo mira al vaso mientras simula beber, y cada vez estoy más nervioso...

¿¿¿Se acabará de una vez el maldito limón???

martes, 21 de septiembre de 2010

Historias de El Retiro (V - La carga del 7º de Fotografía)


A veces sucumbo a la tentación de titular las fotografías con el pensamiento que me vino en el momento de tomarla. Por eso ésta se llama "La carga del 7º de Fotografía"; estaba yo persiguiendo víctimas inocentes cuando de repente llegaron como una turba, prácticamente sin hablar entre ellos, empezaron a desplegar trípodes, cámaras, objetivos, y se dieron a la tarea de acribillar a golpes de obturador la pobre fuente que presidía la rotonda.

Me llamó la atención lo mismo que otras veces que he visto acciones similares, tipo "La carga de la caballería ligera", y fue que actuaron como una manada, todos siguiendo al líder. Allá donde él plantó -o 'plantuvo'- su trípode, allá se colocaron todas hasta enmudecer, con el ruido de sus obturadores, el sonido cristalino de la fuente. Todos desde el mismo sitio, todos desde la misma altura, todos haciendolo todo igual... y yo pensé aquello de "¿ninguno va a pensar qué es lo que le gustaría a él?" ¿Qué clase de profesor es el que no reacciona ante algo así? Porque además, se colocaron en el peor sitio posible, justo frente al sol, y alguna estuvo un buen rato mirando con los ojos entrecerrados a su cámara, intentando variar los ajustes por encima de la ceguera temporal...

Menos mal que en ese momento la chica de los pantalones rojos les miró a todos y se separó, no mucho, pero al menos lo justo para verlo todo desde una perspectiva diferente, que es de lo que se trata, ¿no?

Por mi parte, inmortalicé el momento, intrascendente como todos, y me fui con mi música a otra parte, a equivocarme yo solo...

PD: Y aquí tenéis la fuente desde donde estaba el 7º de Fotografía...

lunes, 20 de septiembre de 2010

Historias de El Retiro (IV - Meditando)


Una actitud. Una manera de vivir la vida, más que de verla o entenderla.


Miro, contemplo, respiro, no sólo por la nariz, también por los ojos, respiro cada color, cada forma, cada mancha borrosa que pasa a mi lado, rápida, inmersa en la vorágine de prisa, sudor, resultados, corre, corre, ¿sabes adonde vas? No importa, lo importante es correr, alguien encontraré por el camino que me diga dónde voy, o dónde ir, o…

Unos buscan inspiración, otros relajarse, otros quieren disfrutar del momento… yo simplemente existo y vivo, soy consciente del momento, mi respiración, suave, leve, ligera, me proporciona únicamente el oxígeno necesario, no más, no menos, al ritmo necesario, no más rápido, no más lento, soy feliz confundido con la hierba, con los árboles, con la brisa que serpentea entre todos nosotros llenando mis oídos de murmullos que me hablan de todo lo vivo que me rodea...



He descubierto lo poco que necesito para ser; no para ser feliz, no para ser rico, no para ser envidiado, sólo para ser.

Y sin embargo, también os entiendo a vosotros, que todavía no habéis sido capaces de vencer vuestros instintos, dominar vuestras pasiones, independizaros de toda convención. Os entiendo, respiro vuestro amor hacia los que queréis, filtro y transpiro vuestro odio hacia los que os asustan, los que os hacen daño, mastico vuestra pena hacia quienes no os entienden.
Y sí, entiendo también al cazador que me encontró y me cazó sin que yo me diera cuenta, en parte por su habilidad, en parte porque yo no le buscaba, porque aunque hubiera estado frente a mí en ese momento no le habría visto…

Si no fuera por este picor...



viernes, 17 de septiembre de 2010

Historias de El Retiro (III – Esto sí que es Rock’nRoll)


Vivimos rodeados de lugares comunes. Ese concepto al que todos recurrimos cuando nos enfrentamos a un reto, sea personal, empresarial o deportivo (somos once contra once, no hay equipo pequeño, nosotros tenemos que poner toda la carne en el asador…) Cuando celebramos, pletóricos, la gloria del triunfo (me siento muy feliz, tengo que seguir adelante con humildad y seguir mejorando, mis rivales son tan grandes como yo y son los que hacen mejor jugador y persona…) También cuando nos sentimos perdidos, desorientados, atascados, derrotados (ha sido un golpe muy duro, tenemos que levantarnos y volver a caminar, hay que volver a empezar, con la cabeza alta…)


A mí, particularmente, siempre me han llamado la atención esos lugares comunes que son sitios físicos a los que acudimos en búsqueda de inspiración (ver la primera entrega de esta serie, Historias de El Retiro – I), desahogo de la melancolía (esos paseos de película por la orilla del mar frente al rojizo atardecer, el viento siempre en nuestra cara), expresión jubilosa del triunfo (ese señor gritando con los brazos en alto en la cima de un cerro). Generalmente estos sitios van acompañados de un acompañamiento musical adecuada que resuena en nuestras mentes, ya sea la banda sonora de Memorias de Africa, alguna balada de Spandau Ballet, el Eye of the tiger de Rocky Balboa o el We are the champions de Queen. Es cuando entramos en lo que yo llamo "modo videoclip".

Y luego tenemos ese lugar, común o no, donde vamos a hacer lo que nos apetece, sin pensar en si nos ven (yo ni les miro), nos oyen (que se vayan), nos critican (me la pela) porque tenemos perfectamente claro que no hacemos mal a nadie y que haciendo eso estamos mejor, nos sentimos mejor, pensamos mejor y somos, al final, mejor persona. Hacemos eso que, como dijo el gran Miguel Ríos en su Rock&Rios, “que nos tiene que hacer, y que nos ha hecho, mucho más dignos, mucho más ‘persona’ “

Y eso, amigos, eso sí que es Rock ‘n Roll.

PD: Me acabo de daro cuenta, con la mención a Miguel Ríos, de que me estoy haciendo muy mayor... pero como dijo él mismo, "Los viejos rockeros nunca mueren"...
 
Salud.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Historias de El Retiro (II-La canción del Pirata)

Francamente. Quería publicar esta foto, como parte de la serie "Historias de El Retiro" por varios motivos. El primero, que es una de las fotos que tomé esa calurosa tarde de Verano y que, según la tomé, pensé "esta, para el blog".
El segundo, que la foto me transmitía mucho, a mi juicio es una de esas escenas que te causan "sensación".
El tercero, que es una estampa habitual de cualquier día de Verano en el Retiro, y que debería tener una historia.

El problema es que no he conseguido escribir nada que no me avergüence de mí mismo. Lo reconozco. He intentado darle vueltas y más vueltas, y no he conseguido escribir tres líneas decentes que no me hicieran pensar "si lo leyera de otro, me indignaría".

Entonces, me acordé del que a mi juicio fue el mejor pie de foto de la historia moderna del periodismo: La foto, en primera plana del diario El Mundo, de la boda de Rociito. En la foto, el feliz matrimonio con los padres de la novia y sus respectivas parejas. El pie de foto, sencillo, sincero y descriptivo: "la peluquera, el boxeador, el torero, la folclórica, el Guardia Civil y la novia embarazada". La mejor descripción de la España Profunda, con mayúsculas.

Y decidí subir la foto sin historia, sólo con un pie de foto, lo suficientemente descriptivo y estaba decidiendo entre "El Richal, el Yoni, el Tito y la Vane" y "Uno remando, tres mirando", cuando me acordé de lo que pasó por mi mente cuando vi la escena, levanté la cámara y tomé la foto. Os juro que es cierto, y gracias a Espronceda publico hoy el mejor texto de la corta historia de este humilde blog.
Canción del pirata

Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar rïela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Stambul:

«Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.
Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
A la voz de «¡barco viene!»
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.
Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.»

lunes, 6 de septiembre de 2010

Historias de El Retiro (I)


Como tantas otras tardes, desde hacía ya mucho tiempo, quizá demasiado, reunió el poco valor que le quedaba y decidió enfrentarse a su mayor temor, ese folio en blanco que siempre quiso llenar con todo aquello que bullía en su interior, le acortaba la respiración y llenaba su pecho de angustia. Quería compartir sus sentimientos, hacer partícipe a todo el mundo de sus ideas, sus inquietudes, sus pasiones, conseguir que todos llorásemos y riésemos como ella hacía cada día.


Como tantas otras tardes, se forzó a la aventura incierta de asomarse a su interior para tratar de decidir por dónde empezar, qué contar primero, cómo hilarlo con lo que vendría después. No era fácil, porque en realidad ni siquiera había un principio que utilizar como ancla. Mil chispas de interés reclamaban su atención al mismo tiempo,  revoloteaban a su alrededor a toda velocidad y con trayectorías independientes, haciéndole muy difícil elegir una cualquiera para comenzar su historia.


Como tantas otras tardes, se sintió incapaz de canalizar ese torbellino de emociones sin destruirse a sí misma por el camino, incapaz del esfuerzo de traducir sus sentimientos a palabras sobre un folio en blanco; las palabras que venían a su mente no reflejaban ni de lejos lo que ella sentía, cómo se sentía.... deberia ser algo que hiciera que el lector se sientese expectante,

incierto,
arriesgado,
asustado...
debería ser algo que ofreciera alegría,

esperanza,
osadía,
orgullo,
y, por supuesto, amor.
Era tan, tan difícil...

Buscó la huida, o ayuda, o inspiración, no tenía claro qué, en un parque cercano a su casa; quizá esperaba que la calma que invadía el parque en el calor del verano, el roce de la hierba ligeramente húmeda en sus pies, el ruido del viento agitando las hojas de los árboles, contribuyeran a calmar su ansiedad, serenar su espíritu y mostrarle el camino…





El tiempo pasaba y la frustración se tornaba casi aburrimiento cuando levantó la vista, frotándose los ojos, tratando de encontrar una chispa en la tiniebla de su ojo cerrado, y le vio. Un cíclope la espiaba desde el otro lado del seto tras el que se resguardaba. Un cuerpo alto, grande, de anchos hombros y una cabeza cuadrada y negra de la que sobresalía un ojo alargado y ancho. Tras un primer momento de sobresalto, se dio cuenta de lo que estaba viendo y respiró, sonriendo mientras recuperaba la respiración.

A pesar de todo, cuando vio a ese individuo fotografiando su momento de melancolía, dejó de lado su obsesión de sacar al exterior todo lo que llevaba dentro y empezó a imaginar la historia de ese hombre, alto, en la cuarentena, ligeramente pasado de peso que la miraba con una mezcla de melancolía y comprensión cuando bajó la cámara.



En ese momento, su corazón, su cerebro y su bolígrafo obraron la magia y las palabras empezaron a fluir a toda velocidad, llenando el maldito folio en blanco con la historia de un hombre que, cansado de estrellarse tantas tardes contra el muro infranqueable de un folio en blanco, decidió convertirse en cazador de imágenes; y mientras buscaba esa imagen definitiva, “la imagen” que lo diría todo sin necesidad de palabras, encontraba en los demás el reflejo de su pasado…