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miércoles, 18 de enero de 2012

Balada triste de trompeta

Su música resonaba en toda la Plaza de Oriente, amplificada por los muros del Palacio Real. El granito frio y una vieja farola  conformaban su escenario; la farola mostraba claramente señales de otros tantos que como él la usaron para descansar la espalda entre y durante sus actuaciones. La vieja trompeta, señalada por los años de trinchera, brillaba en todo su esplendor anunciando un cuidado esmerado. Una sucia caja de tela, de esas que puedes encontrar en la sección de armarios de la República Independiente de tu Casa, invitaba a financiar la continuidad del evento.

Entré a la Plaza desde Opera, justo al otro extremo, bordeando el Teatro Real y la balada triste me encaminó directamente a él, en mi caso conscientemente si bien pude observar que otros muchos, sobre todo turistas, acudían a la llamada de la melodía cual niños tras el flautista de Hamelin. La mayor parte, al descubrir quién tocaba, levantaban una ceja con escepticismo y volvían sobre sus pasos para pasear entre las estatuas de los Reyes que adornan el pequeño jardín de la plaza. Otros, pocos, se quedaban un ratito disfrutando de la música y, tras depositar alguna moneda pequeña, y recibir un pequeño gesto de agradecimiento que no interrumpía la música, giraban 180º para disfrutar del esplendor de Palacio.

Poco después yo también seguí mi camino, esta vez dirección hacia Plaza de España; no se qué me hizo parar, si la intención de echar una mirada a los jardines de Sabatini o el deseo de alargar unos minutos más el disfrute del concierto; el caso es que paré, aproveché para tomar una foto de los jardines, y perdí la música en la lejanía mientras me encaminaba, esta vez sí, hacia mi nuevo destino.

Ya en el Templo de Debod pude, durante un momento, imaginar la escena: limpia la trompeta, la abrillanta con mimo antes de introducirla en el estuche y guarda también el atril portátil que no utilizó. Se levanta, estira la espalda cansada por varias horas de sillón granítico, lleva sus manos a los riñones, también un poquito más abajo mientras siente cómo la sangre vuelve a circular con normalidad. Ya camino de vuelta a casa enciende un cigarrillo, en el metro resuelve un crucigrama como cantaba Sabina y al sentir el calor del hogar una sonrisa ilumina su cara cansada cuando su hijita le recibe

"Papito, ¿cómo fue hoy el concierto? ¿volviste a tocar en el Teatro Real?"

"Ja ja ja, no 'mijita', hoy toqué en el Palacio, tuve miles de espectadores, más que Plácido Domingo en un concierto de los Tres Tenores"

"Qué bien papito, y qué bien que ya estás en casa"

Tras unos besos y carantoñas, nuestro protagonista sale del salón y se encamina a la cocina; cierra la puerta, abraza a "su negra" con fuerza, intensamente, y desliza en el bolsillo del mandil la recaudación de la jornada. Este mes podrán pagar el alquiler, podrán comprar comida y tal vez permitir a la pequeña algún pequeño capricho en forma de chuche, quizás ese jersey que empieza a necesitar para sustituir el que quedó pequeño.

Mientras se sienta en el viejo sillón, con su pequeña encima, su mente empieza a tararear las piezas que compondrán el programa del concierto de mañana. Hay que madrugar para conseguir un buen sitio...

2 comentarios:

  1. Que mal se nos esta poniendo el futuro....Pufffff

    Besos

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  2. Muy Sr. mío:

    En relación con la entrada origen de esta misiva, me dirijo a Ud. para informarle que, siendo un plagio evidente de una antigua entrada mía, me reservo cuantas acciones me pudieren corresponder en Derecho y en Izquierdo y, lo que es más, en Central, por si su proceder fuere constitutivo de delito de apropiación indebida de trompeta.

    Para su conocimiento, le incluyo el enlace a mi magnífica entrada, (¡donde va a parar!):

    http://elvisorindiscreto.blogspot.com/2011/01/balada-triste-de-trompeta.html

    So copiota, que eres un copiota.

    Ya te daré yo a ti.

    Un abrazo, plagiador cual Ana Rosa Quintana.

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