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miércoles, 2 de marzo de 2011

Al banquillo


El partido terminó. El terreno de juego quedó vacío. Los gritos se extinguieron. En los banquillos quedaban algunos restos de la batalla: algo de ropa, botellas vacías, y un cubo de la basura donde acabaron las ilusiones de los perdedores. En el cielo, oscuros nubarrones presagiaban tormenta al tiempo que aprevechaban los últimos rayos de sol para tratar de convencernos de que, a pesar de su apariencia, también guardaban algo de belleza.

Aun así, todos salimos corriendo para tratar de estar resguardados cuando empezara a llover; porque llover, sabíamos que iba a llover. Incluso estando resguardados, sabíamos que acabaríamos sufriendo los efectos de todas las tormentas que se cernían sobre nosotros.

Mientras mirábamos las paredes que nosprotegían temporalmente, muchos nos preguntábamos cuánto tiempo podríamos mantener esas paredes, ese techo, esas ilusiones, alegrías, decepciones acumuladas a lo largo de una vida. Porque esos mismos que causaron el temporal, los que abrieron la caja de los truenos, esos mismos nos decían ahora que teníamos que pagar por sus errores, que después de ayudarles en su naufragio, pagar más impuestos para recapitalizarles, ajustarnos el cinturón una y mil veces al hacer la compra, al buscar ropa, al desplazarnos, también teníamos que resignarnos a perder lo poco que nos quedaba para que ellos siguieran teniendo unos beneficios en algunos casos inmorales.

Ellos podían renegociar sus deudas, incluso verlas rebajadas. Nosotros debíamos malvender nuestras casas para que ellos recuperen lo prestado; si debíamos venderlas por mucho menos de su valor, con tal de que ellos recuperasen su parte, qué importaba que nuestros hijos acabaran durmiendo al raso. O peor aún, si el valor de venta no alcanzaba a cubrir la deuda pendiente, nos perseguirían también por el páramo, reclamándonos hasta el aire que respirásemos con tal de satisfacer su balance.

Poco importaba que hubieran sido ellos los que decidieron el valor de nuestra casa cuando fuimos a solicitar el préstamo; poco importaba que hubieran sido ellos los que decidieron cuánto nos prestarían, basados en esa tasación por ellos dirigida; poco importaba que hubiéramos pagado religiosamente durante años, mes tras mes, unos recibos llenos de intereses y con poco capital, habiendo ellos recuperado ya en la mayor parte de los casos el capital originalmente prestado; poco importaba que nosotros les dijéramos que queríamos pagar, que sólo necesitábamos su ayuda para conseguir renegociar los plazos, aunque fuera pagando más al final, como ellos habían hecho una y mil veces con las grandes empresas, con sus clientes preferenciales y millonarios, con los propios partidos políticos a los que financiaban sin pudor.

No. Nosotros no podíamos tener ese trato. Nosotros teníamos que pagar, ya, sin esperar su ayuda. Y los políticos, enfangados en sus tramas de corrupción, en la financiación ilegal, en los amiguismos, en el derroche injustificado de nuestros recursos, bien sujetos por las garras de los préstamos debidos a los bancos, nuestros políticos, nuestros líderes, aquellos que tenían que cuidarnos, guiarnos, liderarnos hacia un futuro mejor, decían que era impensable, en un país como el nuestro, modificar la ley para establecer que una garantía hipotecaria debe satisfacer la deuda sin más, sin tener que sacrificar otro patrimonio, embargar las nóminas si no hay más. Que nuestro país no puede permitirse tener una ley hipotecaria digna y justa, como existe en otros países más civilizados, más desarrollados y, por qué no decirlo, más decentes.

Creo que esta historia no suena desconocida a nadie, el que más y el que menos, todos conocemos a alguien en esta situación, o incluso la sufre directamente.

Estamos todos muy cansados, de los unos y de los otros, por no hablar de los de más allá.

Estamos hasta ahí mismo de financiar ayuntamientos, diputaciones provinciales, autonomías y gobiernos centrales, cosejerías, direcciones generales, secretarías de estado, sub-secretarías de estado, asociaciones varias, fundaciones, institutos oficiales... (todos ellos en minúsculas) para que se llenen de parásitos, ladrones, golfos y demás especies de la más baja estofa.

Para que coman en restaurantes de lujo, trabajen en palacios, utilicen coches de alta gama, viajen gratis, se vistan con trajes a medida ellos y con alta costura ellas, utilicen los recursos públicos en su provecho particular, inventen cargos vacíos para asegurar el futuro de sus primos, para organizar más saraos que nadie (2 GP de Fórmula 1, 4 GP de Motociclismo, la Copa América, las Olimpiadas, los Mundiales de lo uno y de lo otro, más saraos que cualquiera de los países que son -y están- mejores que el nuestro)

Para acometer infraestructuras faraónicas que poco beneficio aportan al final, más allá de la gloria momentánea del corte de la cinta en la inauguración (soterramiento de la M-30 para seguir teniendo unos atascos monumentales, más kilómetros de AVE que nadie en el mundo pero una red de transporte de mercancías lamentable, unos palacios de deportes impresionantes pero pocas instalaciones para el deporte base y el disfrute del común de los mortales, edifios de ópera milmillonarios pero pocas clases de música para nuestros hijos, y más, y más, y más...)

Para que se dediquen a tomar medidas irracionales, irrisiorias, irresponsables, que sólo conducen a soliviantarnos el ánimo además de distraernos de la verdad, del paro, la miseria, su corrupción, su incapacidad para solucionar nada, su desvergüenza para seguir pidiéndonos esfuerzos, su cobardía para no encarcelar a los causantes de este desbarajuste, para "refundar el capitalismo", para...

Para que sigan jugando a soliviantarnos a los unos contra los otros con el fin de que no nos demos cuenta de que a día de hoy en España hay dos bandos, pero no esos, sino Nosotros (el pueblo) y Ellos (los dirigentes).

Para que... y tantas otras que prefiero no recordar.

En Alemania acaba de dimitir el Ministro de Defensa porque se ha descubierto que plagió su tesis doctoral. En España, las listas electorales están llenas de imputados en casos de corrupción. Algunos ya quedaron libres, pero por prescripción del delito, no porque se probara su inocencia. Y ahí están, con la cabeza bien alta, presumiendo, sonriendo, riéndose en su fuero interno de todos nosotros, pobrecillos ignorantes, pobrecillos borregos. Damos risa, damos lástima, damos vergüenza.

Por ello, mientras los truenos hacen temblar los muros de nuestros -todavía nuestros- refugios, hemos decidido sentenciarles a permanecer, durante el resto de su vida, en el banquillo de los suplentes. Que quede claro, hay dos banquillos, para los unos y para los otros, porque a día de hoy ninguno se ha ganado el derecho a ser titular; que quede claro, donde nos gustaría verles a todos es en el banquillo de los acusados, pero de eso ya hemos perdido la esperanza, que es lo último que se pierde.

País...

5 comentarios:

  1. Nada que añadir, Manolo. Nada que quitar.

    Yo no lo hubiera dicho mejor que tu, (y mira que es raro), has hecho un ejercicio de reflexión perfecto.

    Debo ser un iluso. Aún no he perdido la esperanza de un mundo mejor para nosotros. Para este pueblo noble, abnegado y leal al que han vaciado de contenido, al que han despojado de los valores más básicos y al que han esquilmado todo su esfuerzo a través de los años.

    Una entrada, la tuya, que debiera ser de obligada lectura para todos. Quizás nos quede alguna neurona para reflexionar.

    Un gran abrazo, mi ácrata preferido.

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  2. totalmente de acuerdo manolo, aunque en el banquillo de los acusados, además de a los políticos, a mi me gustaría ver a los financieros, que han jugado a crear dinero de la nada, y que como bien apuntas, ahora juegan a que sus deudas se financien con el inexistente erial público, y en su defecto, con la garantía de lo que, los de a pié, produciremos en las próximas cuatro generaciones

    http://binipei.blogspot.com/2011/02/quien-paga-el-dispendio-los-acreedores.html

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  3. Punto por punto ando totalmente de acuerdo con lo que nos cuentas.

    Yo tambien prefiero mantener ese resquicio de esperanza que siempre queda.

    Un beso.

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  4. Dejad sitio en el banquillo para todos nosotros, que hemos ido aceptando poco a poco los pasos que nos han llevado a la situación actual.

    Aquí no hemos llegado de la noche a la mañana, son muchos años de ir tragando sin darle importancia a lo de las autonomías, a lo de la memoria historica, a los trajes de Camps, a la hípica de Bono, a las cajas de ahorros, a los aeropuertos donde no aterrizan aviones, ...

    Lloremos, sí, pero a ver si hacemos algo

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  5. Nada me haría disfrutar mas que estar alguna vez de juez ejecutivo, aunque solo fuese un día, leches.

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