Lo mejor de este blog...

jueves, 28 de mayo de 2009

Dos semanas de victorias

Dos semanas. 300 cigarrillos menos. Me encanta volver a casa sin miedo a la discusión por el olor a tabaco y abrazar a mis hijos y besar a mi mujer. Mejor humor. Ronco menos. Descanso mucho más al dormir. Mejor humor. Empiezo a poder correr cuando juego al tenis. Mejor humor. Como me puedo mover más, no sólo no estoy engordando sino que he empezado a perder peso. El pulsómetro dice que poco a poco voy mejorando la condición física. ¿He dicho ya que estoy de mucho mejor humor?

La verdad es que mi inquilino se está portando de maravilla y, en lugar de traicionarme, de tentarme continuamente, de exigir su dosis continuamente, me ayuda –casi siempre, ya sabéis que mi inquilino es un poquito cambiante, por aquello de reafirmar su independencia. En ese momento, cuando se pone pesado, es cuando le traiciono yo y le atizo un golpe de chicle de nicotina que le deja noqueado.

Os estoy viendo venir, “claro, a base de chicles de nicotina lo hace cualquiera, ¿y qué vas a hacer para desengancharte de los chicles de nicotina, majete?” os oigo pensar. Pues curiosamente ¡¡¡eso es lo mejor!!! Empecé por leer el prospecto en el que, efectivamente, advertían que pueden llegar a causar adicción. Recomiendan no pasar de 25 unidades diarias y tratar de reducirlo poco a poco, nunca de manera drástica; buff, 25 chiclecitos al día… yo llevo 16 en 2 semanas, jejeje, me sale una media de uno al día… por cierto, ¿os he dicho ya que estoy de mejor humor?

Y no sólo estoy recuperando el olfato, que hace que me encante oler la fruta. Es que también estoy recuperando el gusto, con lo que me parece que muy prontito voy a volver a cocinar. Mmmmmmm, ¿quizá un poquito de sushi? ¿quizá una tortilla de bacalao estofado? ¿o unos huevos al estilo de Zalacaín? Desde luego, habrá que hacer pisto, que me sale fabuloso.

¿Os he dicho ya que estoy de mejor humor?

lunes, 18 de mayo de 2009

La primera victoria

He decidido dejar de consumir. Tal cual. Sin conservantes ni colorantes. Decisión firme, por primera vez en mi vida. Con ayuda médica y con todas las consecuencias. Si te interesa saber el cómo y por qué, sigue leyendo.

Es muy difícil darse cuenta de que eres un adicto. Al menos en mi caso. Ha sido muchos años de pensar que era algo que podía controlar, que de hecho controlaba. Muchos años de ver a los demás estrellarse contra un muro, buscar la excusa más peregrina y dejar de intentarlo mientras yo, haciendo gala de una desmesurada soberbia, pensaba que lo hacían mal, que eran débiles y que yo, por supuesto, podría hacerlo mejor.

Pues no. En esto no hay mejor y peor. Hay hacerlo o no hacerlo. Y en mi caso, hasta la fecha no lo había hecho. Sí, es cierto que durante años no he consumido más que en el trabajo, que incluso presumía de ello. Al fin y al cabo –me trataba de convencer a mí mismo-, si soy capaz de no consumir desde que salgo de la oficina hasta la mañana siguiente, es que lo controlo. Si soy capaz de no consumir desde el Viernes a mediodía hasta el Lunes por la mañana, es que lo controlo de verdad.

Hasta que te das cuenta de que sí, eres capaz de no hacerlo en periodos cortos de tiempo; sí, eres capaz de aguantar la tentación… pero ¿a qué coste?

Cada uno tenemos un coste personalizado e intransferible; en mi caso empieza cada tarde, cuando intento por todos los medios camuflar el olor a tabaco en mi aliento. Toneladas de chicles de todos los sabores han pasado por mi boca en el último año. Me autoengaño pensando que seré capaz de engañar a mi familia, si darme cuenta de que el verbo correcto es traicionar; sí, traiciono a mi familia porque hago lo contrario de lo que digo y en mi fuero interno convierto el engaño en algo justificable.

A continuación mi coste se convierte en los súbitos cambios de humor, especialmente en situaciones de tensión; no soy capaz de mantener la calma ante una situación que yo interpreto como de agresión. Mi cabeza se congestiona y empieza a palpitar. Noto cómo mi temperatura interna empieza a subir, poniéndome más y más nervioso, con un sudor frío que hace que además me sienta enfermo. Debo hacer un esfuerzo tremendo para conseguir que las manos no me tiemblen. Mi estado de ánimo se encrespa, malinterpreto cualquier comentario, no encajo ninguna crítica y las tomo como ataques directos. Chillo. Siempre quiero tener la razón cuando, de momento, lo que estoy haciendo es mentir.

Para colmo, mi inquilino, el maldito, lejos de ayudar me ataca liberando las sensaciones que disfrutaré en el momento de ceder y tomar mi dosis… Convierto la convivencia conmigo y mi adicción en algo de lo que huir.

Tengo claro que todos morimos tarde o temprano; incluso creo que de alguna manera todo está escrito. Pero no quiero ponérselo fácil al escritor. Hoy tengo cita con el médico. No puedo seguir engañándome y traicionando a los demás.

De momento hoy es el primer día laboral que no consumo, aún no he ido a comer y llevo cuatro litros de agua y más viajes al baño de los que hacía antes a fumar…

Por cierto, en mi caso, consumía tabaco. Pero creo que todo lo dicho antes sirve para casi cualquier droga, y para casi cualquier adicto. Espero, poco a poco, poder contaros que se puede salir. ¿La primera victoria? Reconocer que tengo un problema y que se lo causo a los demás.

miércoles, 13 de mayo de 2009

¿Igualdad en la redistribución de la riqueza?

Los que me conocéis sabéis que siempre he sido partidario de la redistribución de la riqueza a través de los impuestos; es decir, que los más desfavorecidos en el aspecto salarial tengan, a través de la gestión del Estado, acceso a los mismos servicios básicos que el resto. Esto siempre lo he traducido en los conceptos de universalidad del acceso a la enseñanza y la sanidad, incrementando la correspondiente a la enseñanza por la vía de las becas.

Hoy no hablaré de la sanidad ya que, a pesar de las carencias que presenta la Seguridad Social, la distribución de dichas carencias en todo el territorio nacional no es homogénea, como tampoco lo es la implantación de la sanidad privada –al menos en el ramo de las grandes sociedades-. Además, comparado con los paises de nuestro entorno, la cobertura sanitaria es satisfactoria siempre y cuando no tengamos en cuenta las listas de espera… que merecen un post aparte.

En lo referente a la educación, mi principal preocupación es lo que denomino “igualdad de oportunidades intergeneracional”, esto es que todos los hijos tengan igualdad de oportunidades con independencia de quiénes sean sus padres. Este punto se potencia únicamente a través de una enseñanza pública de calidad que sea capaz de competir en todos los frentes con la enseñanza privada, a lo largo de todas las etapas educativas (primaria, ESO, Bachillerato y, por supuesto, Formación profesional y Universidad).

En la Comunidad de Madrid, donde vivo, se está realizando un esfuerzo importante por mejorar la calidad de la enseñanza pública en uno de los puntos en que tradicionalmente iba a remolque de la privada: los idiomas. Bien es cierto que actualmente los centros privados en su mayoría ofertan un tercer idioma (Francés, Alemán…) y que el método de implantación de la enseñanza en Inglés dista mucho de la perfección en lo que a capacitación de los profesores se refiere, pero el camino está abierto y se supone que será cuestión de tiempo y dinero conseguir el objetivo.

Sin embargo, la misma Comunidad que publicita sus esfuerzos por mejorar la enseñanza pública favorece –en ocasiones con descaro- la proliferación de nuevos centros de enseñanza concertada frente a nuevos centros públicos; la bandera de discusión es que frente a unos supuestos mayores medios de la pública –por ejemplo en el ratio de profesores por alumno-, la enseñanza concertada tiene un coste menor para la Administración –eso sí, no se habla de las distintas formas de ‘impuesto revolucionario’ que cobran dichos centros en forma de cuotas de la APA, donaciones a la Fundación de turno o, directamente, como complemento por extensión curricular (este es muy gracioso)-.

En fin, llegamos a la madre del cordero, o sea la redistribución de la riqueza a través de la igualdad de oportunidades en la educación. Cuál no será mi sorpresa al encontrarme con que uno de los factores más determinantes a la hora de obtener plaza en el centro solicitado es… efectivamente, lo habéis adivinado, la renta familiar. Es decir, mientras yo financio en mayor medida que otros el sistema de educación pública –pago un porcentaje mayor sobre unos ingresos también mayores- y estoy de acuerdo con ello, mis hijos son manifiestamente discriminados porque sus padres ganan más que otros. Pero… ¿no estábamos hablando de la igualdad de oportunidades? Antes bien por el contrario –como decía Elvira, mi profesora de Lengua- mis hijos quedan condenados a ser los últimos de la lista, optando a aquellos centros que, por un motivo u otro, nadie más quiere.

Esto se agrava aún más si cabe si tenemos en cuenta el concepto aplicado para determinar la renta familiar: la declaración de Hacienda. Claro, en mi caso los dos padres somos empleados por cuenta ajena, sujetos a una nómina que nuestra empresa está obligada a comunicar a la Agencia Tributaria. Mis convecinos autónomos, pequeños empresarios, profesionales liberales etc pueden manejar esa información a su antojo, lo que se traduce no sólo en que sus hijos sí obtienen la ansiada plaza en el centro de su elección, sino que además sus padres no contribuyen en la misma medida que yo a la redistribución de la riqueza dado que, en general, no tributan por todos sus ingresos. Además de poco solidarios, resulta que se aprovechan del sistema y éste, a su vez, se lo permite.

¿Cuál es la solución? Estoy lejos de conocerla, pero por una parte habrá que cambiar el sistema fiscal aplicado en la actualidad a todos aquellos que no están sujetos a una nómina; por otra, el criterio de renta familiar debería ser excluido del sistema de asignación de plazas con el fin de garantizar ese famoso artículo de la constitución que establece que “Todos los españoles son iguales ante la ley con independencia de …..”

lunes, 11 de mayo de 2009

La caja... registradora

Por favor, antes de leer este post cargad en vuestro mp3 la canción 'Money' de Pink Floyd; si la conocéis no hace falta, ya teneis el sonido en vuestra cabeza...

El Domingo fuimos al Mutua Madrileña Madrid Masters (o las 4 M's, también Money empieza por M...) en la "Caja Mágica". Llegamos prontito, sobre todo teniendo en cuenta que fuimos en Metro -que por mucho que digan, a día de hoy, NO vuela, sobre todo en Domingo. Empezamos con cinco minutos de revisión del contenido de mi mochila: mire, en esta bolsa, los bocadillos; en esta otra, la fruta y las chocolatinas; ¿en esta? mi cámara de fotos (reconozco que saqué pecho al desenfundar mi flamante D90, jejejeje) ¿Bebidas? no, ya me imaginaba que no podría meterlas... el guarda jurado, todo hay que decirlo, educadísimo hasta ese momento, me espeta "sí puede introducir bebidas al recinto, únicamente debe dejar aquí el tapón por motivos de seguridad, para evitar que haga daño a nadie si lanza la botella desde las gradas..." ¿Qué puedo decir? La experiencia me lleva a admitir que incluso en el Tenis puede haber descerebrados que lo hagan, así que me mostré de acuerdo. Al fin y al cabo, en el baloncesto pasa lo mismo y cuando compras una bebida en el bar te la sirven en un vaso de cartón y no venden bebidas alcohólicas. Todo bien, siempre de acuerdo. Cumplido el registro reglamentario, accedemos al recinto.

"Papá, tengo sed" Era de esperar, entre el Metro, la cola y el registro llevamos 2 horas en danza... Vamos al bar y pedimos una botella de agua y un zumo de piña. La botella, por supuesto, con su tapón. El zumo de piña, por supuesto, en botella de cristal y con la tapa metálica. Pero... pero... ¿dónde queda la seguridad? por preguntar, ¿y las gaitas? porque este tema merece música de gaitas, ¿no? a lo mejor empiezan a sonar cuando pidamos... sí, !!!una cerveza¡¡¡ Flamantes grifos del maná dorado y espumoso ahí, al alcance de tu mano...

Vamos, que la tan socorrida seguridad ya no nos vale... y claro, cuando me resultó imposible encontrar una fuente en todo el recinto -si las hay pido disculpas, en 8 horas circulando por ahí yo no encontré ninguna, salvo los grifos de los aseos- empecé a sospechar lo insospechable: Efectivamente, miles de personas, a 2€ la botella de 50 cl, 2,50€ un vasito -VASITO- de refresco... pufff


Nos dio tiempo para ver el último golpe de Nadal en su entrenamiento matutino. Se iba con una cara... el lenguaje gestual lo dice todo; no, Nadal no está contento. Le han obligado a venir, el no quería, no le gusta la altitud... y francamente, viendo el estado de la pista cuando se retiró, no me extraña el enfado. Si algún día fuéramos capaces de terminar algo tan sólo una semana antes de empezar a utilizarlo...
De las cuatro pistas exteriores, una estuvo inutilizada prácticamente todo el día por una invasión de abejas (era curioso asomarse y, en lugar de los esperados tenistas, encontrarte con unos aplicultores esparciendo humo por toda la pista e intentando despegar las abejas de la red) Por cierto, si tenéis pensado pasar tiempo en las pistas exteriores acordaos de pasar antes por los aseos de la CM, ya que tampoco encontré ninguno en el exterior...





Unas cuantas veces vi a jugadores parar el entrenamiento para tapar un agujero de esos que hacen que la bola vaya a cualquier parte menos a tu raqueta, y la impresión general del recinto exterior era de estar todo a medio hacer. Por cierto, espero que para futuras ediciones amplíen el pasillo de acceso a las pistas exteriores, claramente insuficiente para la cantidad de público al que se vende la entrada. Para muestra, vean la foto de la apariencia "cutre-lux" de las pistas de entrenamiento...

Lamentable que mientras el público general debía esperar al descanso entre juegos para entrar al recinto, los ocupantes de los palcos campaban a sus anchas sin respetar a los jugadores ni al resto del público, y sin hacer caso a los ruegos del juez de silla "por favor, señores, ocupen sus asientos rápidamente". Señores organizadores, no se equivoquen: El trato diferenciado no consiste en pasarse las tradiciones y el respeto a las normas por ahí mismo... Así sólo consiguen incrementar la idea de que la "Caja Mágica" es únicamente una caja registradora (imaginad de nuevo el sonido de 'Money' de Pink Floyd mientras leeis esto...)

La "escobeta" nacional



Pues sí, la caja era mágica porque tenía un techo retráctil que nos ponía a la vanguardia de los grandes acontecimientos tenísticos, por delante de Wimbledon, Roland Garros, etc etc etc.

Qué tristeza. Qué bochorno. Estaba a punto de empezar el partido Robredo - Kiefer. Empezó a chispear. Padre previsor, saqué los chubasqueros de la mochila y le dije a mi hijo "Tranquilo Gonza, que ahora cierran el techo y vas a ver qué pasada"

Pues sí. ¡¡¡QUÉ PASADA!!! Cada vez llovía más y el techo sin moverse. Escapamos hacia uno de los vomitorios de acceso. El techo, inmóvil. Los voluntarios, mudos ante nuestras quejas y preguntas, ellos estaban también seguros de que enseguida se cerraría el techo.

De repente, llegó la orden. No, no la de cerrar el techo, sino la de poner la lona en la pista. Igual que en Wimbledon, pero con alguna diferencia. En Wimbledon "la lona" es un ejercicio coreografiado donde hasta el perro del guarda del club sabe qué tiene que hacer. En Wimbledon, mientras unos tiran de la lona, otros desmontan la red y otros colocan los soportes que impiden que el agua se acumule en la lona y hace que fluya hacia los laterales. En Wimbledon, sí, efectivamente, saben hacer las cosas. Por eso a los dos minutos de parar la lluvia, en Wimbledon se reanudan los partidos. Por eso es Wimbledon, con mayúsculas.


Pero -lamentablemente, debo decirlo, y por más motivos que explicaré en otra entrada- no era Wimbledon. No; era la Caja Mágica. La lona se dejó tirada de cualquier manera, acumulando agua, sin que a nadie se le ocurriera hacer nada para impedirlo. Dejó de llover. Los operarios se asomaron y vieron toooooda la pista encharcada. El remedio era evidente. Alguien debió pensar:"Puesto que es la Caja Mágica, que vengan Harry Potter y sus amigos a solucionarlo" Y automáticamente la pista se llenó de escobas y de operarios que, barre que te barre, fueron empujando el agua fuera de la pista. Por fin Robredo y Kiefer pudieron volver para -ellos sí- ganarse el jornal. En Wimbledon, habrían llevado ya 25 minutos en juego. Claro que en esos 25 minutos pudimos secar los asientos con servilletas y papel de periódico... la señora de mi izquierda preguntó "¿pero no había un tejado corredero de esos????"

Posteriormente se rompió el famoso "clavo", pieza metálica que sujeta el centro de la red a la pista. De los más de 10 minutos que tuvimos que esperar hasta que apareció uno de repuesto mejor no hablo, no vayan a tacharme de "antipatriota"... (En la foto el juez de silla intenta hacer un apaño mientras llega el clavo nuevo)





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jueves, 7 de mayo de 2009

¡¡¡Nos vamos al Tenis!!!

Ya sabéis que me encanta el tenis, especialmente desde que lo re-descubrí hace 2 años tras casi 20 de tenerlo abandonado. Gonza, mi grandote de 7 años, también está descubriendo este maravilloso deporte que, además, nos permite "estar juntos los chicos y hablar de nuestras cosas".

Pues bien, vamos a aprovechar el Masters 1000 de Madrid para que Gonza tenga su primer contacto con el tenis profesional, si bien lo estamos planteando más como una excursión a ver tenis que como la asistencia a uno de los mejores torneos del mundo... Lógicamente no puedo pretender tener a un niño de 7 años prácticamente inmóvil y callado durante horas viendo un partido, pero la infraestructura de este año, con muchas pistas para entrenamiento y partidos en paralelo nos va a permitir pasar un día de tenis, que es de lo que se trata.

Además, podremos ver a los mejores del mundo entrenando, lo que desde mi punto de vista, cuando sabes mirar, a veces es incluso mejor que un partido. Ver los rituales de concentración de cada uno, las indicaciones de los entrenadores, los cambios de intensidad en función del momento del entreno...

En fin, que con un poquito de suerte nos lo pasaremos pipa y, con un poquito más aún, encontraré la clave para mejorar mi revés de una vez por todas, que me tiene mártir... (claro que, si le pasa a Federer y es el mejor de la Historia, ¿cómo puedo pensar que lo mío tiene arreglo?)

Y además podré echarle un ojo a los aspectos de organización de un torneo, que es algo que últimamente me interesa mucho... sobre todo cuando mi inquilino se empeña en que cambie de vida y aproevche que una vez fui capaz de enseñar a niños a jugar a basket para reciclarme y dedicarme a enseñar tenis...

Pues eso, el Lunes o el Martes os contaré qué tal fue y, con un poco de suerte, empezaré a subir fotos aquí y al Facebook -aunque estoy pensando en mudar a Flickr y centrarme en las fotos... pero eso es otra historia

miércoles, 6 de mayo de 2009

Camino Moria

Hace poco descubrí la versión jacarandosa del clásico de nuestra juventud "Camino Soria" de Gabinete Caligari; se llama "Camino Moria" y consiguió algo que últimamente es difícil en horas laborales: hacerme sonreir, incluso reirme a carcajadas durante un buen rato, pensando en la relación entre la canción y mi momento actual.

Lo malo es que cuando algo me llega a gustar me hace pensar, enfrentarlo con mis sentimientos, analizar esta relación y, por supuesto, acabo hablando con mi inquilino. En este momento, por seguir con las analogías, entré en lo que en el trabajo llamamos "fase Smeagol" (para los que conocéis El Señor de los Anillos es fácil de reconocer, simplemente recordad el momento en El retorno del Rey en que Smeagol y Gollum tienen una maravillosa conversación acerca de "El Amo" -lease el jefe- 'el amo es bueno, se preocupa por nosotros' 'no, el amo se aprovecha de nosotros, sólo quiere robarnos el tesoro'...).

Podéis imaginaros el resto, horas y horas de conversación interna mientras mi yo externo asistía a reuniones, preparaba informes, preparaba informes, asistía a reuniones, preparaba más y más .ppt's... en fin, efectivamente, me sentí como Frodo cuando el Anillo le llama y entra en algo parecido al éxtasis de Santa Teresa en versión Nazgul...

Afortunadamente, repito, afortunadamente, mi yo interno (mi inquilino) últimamente se parece cada vez más a Sam Gamyi, cuya única ilusión es volver a casa, a los suyos, y cuidar de su pequeño jardín. Poco a poco fue ganando terreno y empecé a respirar menos afanosamente. Dejé de sudar. Emergí. Abrí los ojos. Mi jefe estaba allí, delante, mirándome. "¿Estás bien?" Sonreí. De oreja a oreja. Me reí. "Perfectamente, gracias". Salí de la oficina. Aún era de día. Me fui a casa y viví durante un rato.